El Gorila
(Georges Brassens, Adaptación Eduardo Peralta)
ReM
A través de gruesos barrotes,
LaM
las hembras de nuestra región
contemplaban a un gorilote,
ReM
sin miedo a la murmuración.
Con impudor, esas comadres
LaM
espiaban justo aquel lugar
que rigurosamente mi madre
ReM
me ha prohibido aquí mencionar.
ReM LaM Sim LaM ReM
¡Guarda al gori – i – i – i – i- la!
De pronto, la prisión cerrada
donde vivía el bello animal
se abre sin causa determinada
(tal vez la aseguraron mal).
El mono, fuera ya de su jaula
dice: “hoy se me perderá”…
de su virginidad él habla
(seguro usté adivinó ya)
El dueño del negocio estrila:
“¡Santo Dios!” a todo pulmón,
“es terrible, pues mi gorila
aún no prueba que es varón”…
Cuando supieron tal percance
las féminas sin retroceder,
en vez de aprovechar la chance
corrieron a más no poder.
Esas que antaño lo cubrían
con su decidido mirar,
huyen probando que no tenían
continuidad en el pensar.
Su miedo era un raro caso,
ya que el gorila es un rufián
mejor que el hombre en el abrazo
(muchas mujeres te lo dirán)
Todo el mundo se precipita
huyendo del simio febril,
salvo una pobre viejecita
y un joven juez bastante gil.
Viendo que todos se le alejan
el cuadrúmano apura el andar,
aproximándose a la vieja
y al magistrado sin titubear.
“Bah” -suspiraba la centenaria-
“Que me puedan aún desear
sería cosa extraordinaria
harto difícil de esperar”…
El juez cavilaba impasible:
“Confundirse entre una mona y yo
es completamente imposible”
lo que viene prueba que no.
Supóngase usted que mañana
se viera obligado a
violar a un juez o una anciana
¿cuál de ambos preferirá?
Si un dilema así en el futuro
me tocara dilucidar,
por la anciana ,yo estoy seguro,
a ojos cerrados he de optar.
Mas por desgracia, si el gorila
como galán vale un quintal,
se sabe en cambio que no destila
buen gusto ni ansia espiritual.
Y en lugar de elegir a la vieja,
como cualquiera en un caso tal,
agarró al juez por una oreja
y lo arrastró hasta un matorral.
Sería bueno contar el resto
pero no lo puedo decir,
francamente me apena esto
pues los habría hecho reir,
Ya que el juez en el supremo instante
grito “mamá”, lloró sin parar
como aquel hombre que un día antes
había mandado decapitar